Festeros ausentes
Te fuiste anteayer y todavía hoy duele tu ausencia. Tú, que siempre lucias una gran sonrisa, tu signo de identidad, siempre ella bien conjuntada con tu traje de moro, tú que tenías la broma como saludo oficial, poco importaba si era conocido o no, tu arrancabas las sonrisas de aquellos rostros decaídos cuya fortuna tropezaron en tu camino, tú y solo tú, esa persona que robaba corazones en cada esquina y cuya presencia ni siquiera el tiempo logrará camuflar.
Supimos que no sería fácil vivir con tu ausencia, y en ese mismo instante, supimos con mayor certeza que mucho más duro serían esas primeras fiestas sin ti, sin tu ir y venir, el ruido de todos tus “trastos” que hoy silenciosos quedan aparcados en un hueco del baúl, ese mismo que visitamos a diario del 5 al 9, como si una parte de ti, todavía estuviese ahí, como si esperáramos despertar de esta pesadilla y que tus botas comenzaran a andar en busca de eso pies abatidos que nunca más las sacarán a desfilar.
Porque eras de esos festeros en peligro de extinción, de los de toma y moja, de esos que no faltan a un almuerzo ni comida, eras de esos pocos festeros que podía recitarte el programa festero sin pestañear, acto tras acto, todos y cada uno en los que tú estabas presente, porque liabas a los más cercanos para que los almuerzos acabaran en comidas o cenas incluso, porque no entendías de horas ni excusas cuando la fiesta estaba en juego.
Tú, con tus colores siempre por bandera, y esa dulce brisa que a cada paso nos trae el recuerdo de tu sonoro cantar, esa alegre melodía que a golpe de marcha mora nos regalabas en cada desfilar.
El tiempo fugaz recorre toda una vida en un instante, y la perplejidad se mantiene presente en la mirada de todo aquel que te conoció, un año, 365 días sin ti…..y esta herida aquí en mi pecho cada día se abre un poco más. Lagrimas saladas derramadas en recuerdo de tu ausencia. Pero tu nunca te hubieses perdido unas fiestas, otra persona quizá sí, pero no tu, y esta vez también nos acompañaste, porque de una forma u otra, todos lo sabíamos, estabas ahí. Al igual que estas en cada gachamiga, cada ecuador, cada pequeña reunión, estás.
Aunque el eco de las nostalgia nos llame allí donde tu estuviste, yo rescato todas esas sonrisas que regalaste en tu camino, todavía oigo tu risa acompañada de esos gestos tan tuyos, y es imposible no sonreír.
Para todos aquellos nazaríes o no, moros o cristianos, en definitiva, festeros ausentes, siempre en nuestros corazones presentes.