DÍA 4 QUE FUERA

La frase popular "Día 4 que Fuera" hace referencia a la víspera de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena.

Hasta los años sesenta, las fiestas comenzaban el día 5 de septiembre por la mañana con la Fiesta del Pasodoble, y fue en esa década cuando se añadió el pregón de fiestas. Por eso, el día 9, después de despedir a la Virgen por la mañana y de celebrar la entrada de Nuevos Capitanes y Alféreces; y el intercambio de bandas, por la tarde, la gente decía popularmente "día 4 que fuera", expresando así su deseo de que las fiestas empezaran de nuevo ese mismo día, es decir, que o terminaran.

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Día 4 que FueraActualidad Microrrelato: Sobre ruedas

Microrrelato: Sobre ruedas

Autora: Raqué López Hernández – Cronista de la Comparsa de Moros Nazaríes

Y allí estaba yo, intentando poner un poco de orden en aquel cuarto lleno de polvo y recuerdos, y entre ellos la encontré, dentro de una caja de madera, en la esquina más remota y cubiertas de difusos colores que ocultaban aquel  morado de fondo que un día,  brillaba bajo el sol dorado anunciando ese tacto áspero que tan bien recordaba.

No pude resistirme a rescatar aquel recuerdo materializado en la que había sido mi silleta de bicicleta, y cerrando los ojos me transporté allí mismo, podía sentir esas líneas metálicas rozando mis pequeñas piernas, siempre frías, el barullo de la gente, la alegría, el latido del corazón de papá acelerado tras el esfuerzo del pedaleo y mi inquieta presencia tras  él. Recuerdo a la perfección aquellos días en los que esas dos cosas que tanto me gustaban se unían, la bicicleta y la fiesta,  nada más era necesario para que todo fuese sobre ruedas.

Amanecía temprano en casa, y con una sonrisa mellada me armaba con mis pantalones de ciclista, aun sabiendo que el único que pedalearía sería papá. En la puerta de casa ya encontrábamos a mis primos, incluso el abuelito se atrevió a unirse alguna que  otra vez, y toda la familia al completo  comenzaba el protocolo habitual.  Nada más doblar la esquina,  me inundaron las sensaciones, esa alegría, la motivación que algunos sentían por la carrera, el ajetreo de todos los preparativos, esa emoción, cansancio y risa a un mismo tiempo, y una vez bocadillo y agua en mano, la cinta caía para dar el pistoletazo de salida al Paseo Ciclista.

Tras mucho pedalear llegamos a la plaza de Santiago que abarrotada esperaba con ilusión oír que el suyo era el número premiado,  y  así año tras año. Reconozco que fue duro dar el paso de cambiar la silleta por mis propios pedales, pero en el fondo me gustaba esa independencia de tener mi propio número, poner el bocadillo en mi cestita y reunirme solo al final con papá, y al acabar la misma pregunta de siempre: – ¿volveremos al año que viene? –                                      -Cariño, no sé si será al año que viene, pero VOLVEREMOS.

 

 

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