Acervo festero: «Un tunel bajo un manto de estrellas»
Fernando Ruescas Hernández – Cronista Comparsa Estudiantes
Dentro del conjunto de bienes culturales, tanto materiales como inmateriales, que atesora la Comparsa de Estudiantes podríamos hablar de un sable de la guerra de Cuba, de unos bordados pertenecientes a unas banderas centenarias, una caja de metal de las que se usaban para guardar la pólvora o de una “casi” firma de Ernest Hemingway en una cuchara. Pero nos vamos a parar en un acto propio de singular belleza, desconocido para el público festero y la ciudadanía en general dada su coincidencia con otro que coincide a la misma hora y que es de gran importancia por el momento y lo que representa.
Nos referimos al acompañamiento a la Madrina que tiene lugar una vez la comparsa ha finalizado su recorrido en la Procesión del día 8 de septiembre. Es un acto que los Estudiantes disfrutamos por unas calles sin bullicio, sin sonido y sin gente, porque el pueblo acompaña a su Patrona durante su paseo por Villena. Se trata de un momento en el que sólo se escuchan los sones de Amparito Roca mientras nos desplazamos hacia nuestra casa, la Troyica, donde formamos por parejas, unos enfrente de otros, perfectamente uniformados y en el instante que llega la Madrina acompañada de sus cargos alzamos las cucharas al cielo y las plumas al aire construyendo un túnel blanco por el cual pasan, alcanzando el patio en el que la Madrina de ese año tiene la deferencia de invitar a sus Estudiantes a un ágape.
¿Y cuándo empezó a realizarse? Pues es una acto con más de medio siglo de antigüedad, desde que nació la figura de las Madrinas en 1956. Dado el número de festeros de la época, cuando los Estudiantes terminaban la Procesión la Virgen ya había salido, por lo que Pepe Iglesias, cabo de la comparsa, continuaba desfilando desde la plaza de Santiago hacia Joaquín Mª López y de ahí por diferentes calles hasta llegar a la casa de la Madrina, antes de la cual se formaba una hilera de Estudiantes a modo de serpiente blanca y negra que formaban un túnel de cucharas por el cual pasaban los cargos, invitando a un refrigerio la Madrina a los participantes. Esa libertad de movimiento se vio truncada a principio de los 80 dado que el aumento del número de festeros prolongó el acto de la Procesión, por lo que el acompañamiento empezaba por San Antón hacía Navarro Santafé y ya no siempre se iba a las casas propias de las Madrinas, sino a las de otros familiares o a locales de las peñas de los padres de éstas.
El incremento de socios y de socias al principio de la década de los 90 provocó que las “casas” a donde se acompañaba a la Madrina se quedaran pequeñas para tanto estudiante, por lo que se decidió trasladar el acto a la nuestra, que desde 1988 teníamos en la plaza de las Malvas. Desde entonces y hasta ahora la serpiente blanquinegra y el túnel de cucharas y plumas tiene lugar allí, dando fin a un desfile atípico y curioso que los Estudiantes disfrutamos por las calles vacías y silenciosas la noche del día 8 bajo un manto de estrellas.
Fernando Ruescas Hernández