Casa
¿Conocéis la sensación de estar corriendo sin parar durante unos minutos mientras uno de tus compañeros te persigue? Imagino que esto os debe recordar a vuestra infancia. ¡Tu la llevas! Corres, y corres y corres sin cesar. Tropiezas baches, aguantas caídas y con mucho cuidado de no fastidiar a ningún amigo. Tu amiguísimo, – el que la lleva, vaya – ataca y emprende su marcha justo hacia dónde estás tu, medio agazapado y con unas cuantas rozaduras en las rodillas, ay tierna infancia… En ese momento, o huyes, o te toca pagar o llevarla, depende de como lo digáis vosotros. Es entonces cuando empiezas a correr, como si de una final olímpica se tratase, pero lo mejor es que cuando casi improvisadamente, encontrabas ese lugar sagrado, se escuchaba el grito de: ¡Casa! Y entonces, salvado, sin problemas.
Bueno, pues algunos de nuestros antepasados realistas encontraron en un lugar privilegiado – al comienzo de la Calle el Pozo – un sitio en el que llegar, gritar ¡casa!, donde entablar largas conversaciones y hacer comparsa. Fue un tiempo breve, puesto que esta sede, o mejor dicho, ateneo, estuvo aquí durante las presidencias de Vicente Valiente Giménez, Pedro Santa Carpena y José Antonio Amorós Mataix. Aunque cabe destacar, que durante el mandato de este último nuestro ateneo se trasladó al de la Calle Parrales.
Aquí, no solo se celebraban juntas y se pasaban unos buenos ratos, sino que también se disfrutaba de la compañía de nada más y nada menos señores que, ¡de fundadores de la comparsa! En aquellos tiempos, aquello era algo bastante habitual, dependiendo de la longevidad de las comparsas. No obstante, cabe resaltar, que mientras estaban en el ateneo, disfrutaban también de la casa de Antonio Ibáñez «Solimán», para los que no os suene, el abuelo de la Juani, si, la presidenta. Durante las fiestas, este era el lugar sagrado en el que los hombres, se ponían las barbas, donde apestados por el mal olor del pegamento, pasarían unos buenos ratos, digo yo. También, en casa de este fundador, era donde se preparaban las orzas de agrios, cebollas, pimientos… En fin, de casta le viene al galgo. Durante los años 70, este fue lugar de reunión, de tertulias y de bailes en la Plaza Pascual Domenech, donde organizaban verbenas con los músicos de la banda, hasta en alguna ocasión, llegaron a contratar una orquesta.
Parece que ha pasado más tiempo del que realmente es. 50 años. Casi ná. Pero una cosa es segura, si algo debemos celebrar en estos tiempos tan poco certeros, y por qué no decirlo, desesperanzadores, es porque sea donde sea, sin importar la casa, la calle o el barrio, siempre tendremos un lugar al que llegar y poder gritar con tranquilidad: ¡Casa!