La música no entiende de colores
Uno de los pilares fundamentales de las fiestas de Moros y Cristianos es la música que las envuelve. Y es así desde tiempos inmemoriales, incluso anteriores a la estructura actual de las fiestas tal cual las conocemos, herencia del siglo XIX.
En las representaciones de los moros y cristianos que se realizaban en las fiestas reales en el medievo ya se empleaban la dulzaina, pífano y atabal/tambor. Este último es un elemento musical primordial en el ámbito militar del cual también se puede destacar las cornetas, clarines y trompetas, incorporadas siglos después a las fiestas dada la influencia militar sobre las mismas.
En 1565, en unas crónicas alcoyanas se hace referencia en un tributo a San Jorge: «se pagaron a Moritsissous y un dinerpoer sonar y a un fadrinet un sou y sisdinerpoer sonar lo atabal el dia de sant Jordi«. En otra de 1576: «vinieron unos moriscos per a sonar clarins y atabals«. Las compañías de arcabuceros, germen de la soldadesca, desfilaban al son de música: «con bello, con primoroso orden, midiendo sus pies al compás de pífanos y cajas» (Dr. Ginés Mira, 1747).
En el primer tercio del s. XIX aparecen las primeras bandas de música civiles (influencia francesa de la guerra de Independencia) y es en las comarcas del Comtat y L’Alcoià donde comienzan a utilizarse en los Moros y Cristianos acompañando a las comparsas/filaes con unos nuevos estilos musicales adaptados a éstas: En el año 1817, «la comparsa la Llana fue la primera en hacerse acompañar de banda de música para los actos de fiestas. Hasta entonces sólo trompetas y cajas servían a festeros para sus paseos y entradas, y la Llana contrató ese año a la banda de música del Batallón de Milicianos, única corporación musical con la que contaba Alcoy» (Rafael Coloma).
Los compositores Manuel Ferrando González (1840-1908) y Juan Cantó Francés (1875-1932) introducen en los desfiles y entradas de Alcoy un ritmo denominado «sentat«: el pasodoble festero. El primero compuesto para la entrada de 1882 fue Mahomet, del maestro Cantó, y que se caracterizaba por el arrastre lento de los pies. Con el paso de los años evolucionó hacia un estilo más ligero, más parecido al que conocemos hoy en día. A principios del siglo XX aparecen las marchas árabes (Benixerrajs, 1905; A Ben Amet o marcha Abencerraje, 1907) que posteriormente serán conocidas como marchas moras. En 1958 se estrena Aleluya, la primera marcha cristiana conocida, encargada por la filá Vascos de Alcoy, cuyo autor fue Amando Blanquer Ponsoda (1935-2007).
En Villena indudablemente se ha seguido el mismo guion, aunque con un poco de retraso en cuanto a la línea temporal. Y los Estudiantes, casi tan antiguos como las propias Fiestas, no fueron ajenos a dicha evolución musical. Además, las vicisitudes socio-económicas influyeron de manera fundamental también.
Contaba José Díaz Domene «el Pimiento» como acompañaba a pie, para ahorrar costes, a su padre desde pequeño de pueblo en pueblo buscando una banda de música que pasara las Fiestas con la comparsa. Con 16 años se hizo cargo de la gestión de la misma, entre cuyas atribuciones estaba la de contratar y pagar la banda, la cual cobraba cinco duros por músico (para los más jóvenes: 25 pesetas = 0’15 €). Si las cuentas no daban de si, pues había que recoger a los músicos en las casas particulares de los componentes de la comparsa. Y esta fue una práctica muy habitual en la primera mitad del s. XX. Las mañanas del día 5, tras almorzar en casa del tío Pimiento, los estudiantes viejos iban con la bandera a la Losilla donde se recibía a la banda de música de Onil, Aspe, Castalla o Bélgida. Con la música en marcha la comitiva volvía casa del tío Pimiento donde cada uno de los estudiantes cogía la maletica de su músico y se lo llevaba a su casa, en la cual dormiría y comería durante las fiestas.
Un año le toco un músico algo caradura al tío Espantagatos, gran Estudiante al que no le sobraba precisamente el dinero. El día 6 por la mañana le preguntó al susodicho músico acerca de sus gustos a la hora de almorzar, a lo que le contestó que solía comer huevos y carne. El tío Espantagatos le contestó que a él también le gustaba eso, y tras la diana le preparó una libra de chuletas y seis huevos fritos, acompañados de su correspondiente vino, pan,… El día 7 por la mañana. el tío Espantagatos le dijo a su mujer que le friera una libra de sardinas saladas y las dejara en la mesa tapadas con un plato. Cuando regresó el músico, el «aroma» de las sardinas le arrugó el morro, y a pesar de la insistencia del anfitrión se negaba a levantar el plato, hasta que éste lo hizo, saliendo el músico corriendo de la casa mientras el tío Espantagatos le decía: -«Oiga, oiga… que yo le di el gusto a usted ayer porque dijo que almorzaba huevos y carne. Hoy le toca a usted dármelo a mi, que es de nacimiento el que me gusten mucho las sardinas fritas«. El músico dio parte al Músico Mayor y al Capitán de la comparsa quienes tuvieron que limar asperezas para solucionar el caso.
Es costumbre que se dediquen piezas musicales a las peñas o personajes de las fiestas, aunque no es algo nuevo. El día 5 de los años 30, mientras parte de los viejos se iban a comer a casa del Balancha, sita en la calle de la Virgen, el resto junto a los Estudiantes nuevos comían en la bodega de Fernando Bonastre o en la de Chimo Pérez. Tras degustar la paella preparada y disfrutar del vino del local, marchaban a la Losilla cantando la canción dedicada a Chimo Pérez por el Panchá, clarinete de la Banda de Música de Alcoy, que decía:
Ay don Joaquín, don Joaquín,
arremángate un camal.
Ay don Joaquín. don Joaquín,
arremángate los dos.
A día de hoy, composiciones dedicadas a peñas encontramos «Peña El Babero» (Hermenegildo Sempere, 1992), «Peña Quevedo» (Francisco Serra Martínez, 1992), «Peña La Golica» (Francisco Grau Vegara, 2008), «1980» (Francis J., 2013), «El Birrete» (Francis J., 2013) y «25 aniversario Peña Caballo de Troya» (Paco Cherro Prieto, 2014) y «Caballeros de la Triste Figura» (Francisco Serra Martínez, 2017).
A particulares se dedicaron los pasodobles «Marchan los Estudiantes«, dedicado a Miguel Ibáñez por Luis Hernández Navarro (1956); «Paco Cherro«, de su hijo Paco Cherro Prieto (1995); «Estudiantes de Villena«, de Alberto Pardo Caturla dedicado a su nieta Lucia; «Paco Rosique«, de Antonio Milán Juan (2004), «Fernando Calvo«, compuesto por Antonio Milán Juan (2006) y «Las Estudiantes«, de Francis J. para las socias de la comparsa (2013).
Composiciones consideradas como propias son las dos primeras plazas del concierto-concurso convocado con motivo del 150º aniversario en 1995. El 1 de julio de aquel año, tras el concierto, el jurado determinó que la obra ganadora fue el pasodoble «Hagámoslo por la Fiesta«, de Juan M. Molina Millá, y un accésit a «Estu 95«, de José Aparicio Peiró. El pasodoble ganador tomó el nombre de «Estudiantes 95» y el otro «Troya«. En el año 2006 se inauguró la ampliación de nuestra sede social, por lo que se presentó el pasodoble «Troyica» de Miguel Ángel Mas Mataix. Y con todo llegamos al año 2021. Con un año de retraso se presentó al público el 29 de Mayo en el Teatro Chapí la obra compuesta para conmemorar el 175º aniversario por Gaspar Ángel Tortosa, «Estudiantes de Villena«.
Los Estudiantes acostumbramos a desfilar con piezas «de prestado»: «Tomás Ferrús», «Badajoz», «Caridad Guardiola», «De Madrid al Cielo», «Fiesta en Benidorm» y, como no, «Amparito Roca«, de Jaime Teixidor Dalmau (1925). En aquel año, como director de la Banda de Música Primitiva de Carlet, estrenó el pasodoble en el teatro El Siglo de esa localidad valenciana. Además de ser el himno popular de las Fiestas de Santa Tecla, patrona de la ciudad de Tarragona, de las de la Virgen de septiembre, La Natividad de Nuestra Señora, en Cestona, protagonista también en el Carnaval de Vilanova y en el baile de los Gigantes de Montblanc, es la seña de identidad de la Comparsa de Estudiantes de Villena. Fue el tema elegido por Juan Antonio Samaranch para la ceremonia de Clausura de los Juegos Olímpicos de Sydney en el 2000. ¿Y quién era Amparito Roca?. El compositor Jaime Teixidor Dalmau compaginaba su puesto de director de la banda de Carlet con clases particulares de piano y violín, a las cuales acudía la niña Amparito Roca, amiga de su hija María, a la edad de 13 años. Completó sus estudios de música y pintura y se casó en 1934 con el exportador de fruta Vicente Alonso. La localidad valenciana de Carlet le ha dedicado una calle en su honor.