DÍA 4 QUE FUERA

La frase popular "Día 4 que Fuera" hace referencia a la víspera de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena.

Hasta los años sesenta, las fiestas comenzaban el día 5 de septiembre por la mañana con la Fiesta del Pasodoble, y fue en esa década cuando se añadió el pregón de fiestas. Por eso, el día 9, después de despedir a la Virgen por la mañana y de celebrar la entrada de Nuevos Capitanes y Alféreces; y el intercambio de bandas, por la tarde, la gente decía popularmente "día 4 que fuera", expresando así su deseo de que las fiestas empezaran de nuevo ese mismo día, es decir, que o terminaran.

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Día 4 que FueraActualidad Las raíces de la ballesta
Las raíces de la ballesta

Las raíces de la ballesta

En este acervo os presento el arma epónima de nuestra Comparsa, ya que nos da nombre: la ballesta. Desde la fundación de los Ballesteros en 1966, los socios portaron durante casi tres décadas unas austeras armas de madera en tonos marrones y grises en la flecha, que dejaron paso al ornato y al brillo del metal dorado. Las mujeres, por su parte, portan una flecha dorada y plateada con el traje de pantalón y una ballesta dorada con el traje de falda. Como curiosidad, durante los años setenta, el popular traje de la camisa amarilla tuvo una variante, la del traje de casaca (también amarilla) y el arma que se portaba era un hacha. 

Sobre la ballesta y su historia, poco voy a decir, ya que mi antecesora en el cargo, Miriam Vicente, ya publicó un artículo sobre ello en la revista especial Día 4 que Fuera (hará más de diez años, pero no me pregunten el año exacto, que a tanto no llego), cuya lectura recomiendo. Por otro lado, a golpe de clic pueden ver una reseña sobre el arma y verán cuán mortífera era (incluso fue prohibida por su peligrosidad, cualquiera podía acertar con semejante artilugio…). A mí esto de las armas, precisamente, nunca me ha gustado. Yo siempre he sido más partidario del cedant arma togae de Cicerón (“que las armas cedan a la toga”, es decir, al diálogo), y más que del arma, voy a hablar de la palabra que designa nuestro arma y, por ende, nuestra Comparsa. Y es que, ¿ustedes se han preguntado de dónde sale el término ballesta?

Pues verán, el arma, lo que es el arma, el invento, como casi todo lo que tenemos a mano hoy en día, salió de China. Pero la palabra, lo que es el vocablo, como casi todas las que decimos a diario, salió del latín (ojito a cuando los chinos dominen el latín). Bueno, salió del latín…, pero el latín lo tomó prestado del griego (y es que Graecia capta ferumque victorem cepit “la conquistada Grecia acabó conquistando a su fiero conquistador”, que dijera Horacio). 

El latín era una lengua pobre (pero sólo al principio, luego alcanzó el status de all star) y necesitaba algún préstamo técnico para algunas armillas, utensilios y conceptos que tanto les gustaba usar, de modo que el término ballista es un préstamo de una voz griega, βαλλιστάς /balistás/ o βαλλιστής /balistés/, que a su vez derivaría del verbo βαλλίζειν /balidsein/. Hay que decir que este término griego no lo tenemos atestiguado en ningún autor, pero hemos de pensar que debió existir. Como diría mi profe de latín, Ramona, “yo no estaba”, pero Alfred Ernout parece que sí (y yo le creo). Como curiosidad, este supuesto término debió ser masculino en griego, pero cuando los romanos lo tomaron en préstamo y lo adaptaron a su lengua, asimilaron el nominativo en -as al nominativo en -a de la primera declinación, declinación cuyos sustantivos son en su inmensa mayoría femeninos, de modo que por analogía la ballesta comenzó a ser mujer en Roma. 

Otra curiosidad es que el término ballista no siempre designó el arma. Así, el famoso autor de comedias romanas Plauto usa en ocasiones el término para referirse al proyectil, al dardo, a la flecha. Así lo vemos en la comedia Trinnumus (Las tres monedas), cuando el joven Lisíteles afirma, muy ducho él en cuestiones amorosas ita est amor, ballista ut iacitur (“así es el amor, como lanzar una ballesta”). A ver, si lanzamos, si arrojamos una ballesta…, la imagen puede ser muy cómica, pero nada efectiva. Lo que quería decir aquí Plauto es que el amor es como un flechazo, rápido, efectivo, instantáneo (aunque no nos negamos a que aquí Plauto quisiera transmitir una imagen ridícula de Lisíteles haciendo su disertación sobre el amor, comparándolo con el lanzamiento de una ballesta, que con la de deportes raros que existen, éste tampoco iría de los peores…). No cuesta mucho imaginarse a un tío tirando por los aires una ballesta…, sólo hay que esperarse a que llegue el día 5 y vernos pasar… También hay que decir que en Plauto y en otros muchos autores, se designaba con el término ballista una especie de catapulta, siempre designando con el término la idea de arrojar un proyectil a larga distancia mediante un movimiento rápido del brazo de una máquina. Y bueno, si alguna ballestera de pantalón se anima, podría decir que porta una ballesta en el sentido plautino de la palabra en vez de una flecha (yo me comprometo a regalarle una comedia de Plauto). 

Pero vuelvo a lo nuestro, que si no me ando por las ramas, me pierdo y ya sólo me falta ponerme a bailar. Que por cierto, ahora que digo bailar, ese verbo griego, βαλλίζειν /balidsein/, del que deriva el término ballista, significaba en origen “lanzar un proyectil”. Este verbo se acuñó como un doblete secundario del verbo βάλλω /bállo/ en la Magna Grecia (en las colonias griegas del sur de Italia), que significa precisamente lanzar. Ahora bien, en autores como Ateneo, βαλλίζειν /balidsein/fue usado con el significado de “bailar”, “lanzar” (de hecho, el latín ballare, que en castellano da nuestro bailar, está conectado con este verbo griego). Y es que cuando bailamos, no paramos de lanzar nuestro cuerpo de un lado a otro (porque esa gente que dice que baila sin moverse del sitio y haciendo una leve inclinación, lo siento mucho, pero no baila. No, pero es que si bailo de verdad se me cae lo del vaso… -me dicen-. Pues claro, hijo, tú lo has dicho, si quieres bailar de verdad, no bebas y de paso haces ejercicio, ¡que hay que ser sanos!). Nuestras ballestas la verdad es que se aproximan más a este significado, porque lanzar flechas, no lanzan ninguna, pero de danzar, sabemos un rato (bueno, yo soy un desastre descoordinado). 

Y bueno, ya que me he ido por los cerros de Almería, ya que allí se rodaban muchas pelis de americanos y que precisamente fueron los Americanos nuestra primeras raíces en las fiestas, pues ahí va una pequeña ración de far west. Y es que algunos lingüistas afirman que la palabra bala, que el castellano toma del francés balle y que éste a su vez tiene origen germánico, lengua que acabó dando también la palabra ball (que con el tiempo nos daría el vocablo balón, tan de moda ahora que somos campeones de Europa otra vez), adquirió su significado por analogía e influencia del término ballista. Es muy poético que, aunque siempre hemos dicho que la Comparsa de Americanos era un producto totalmente anacrónico y que estaba en las antípodas de nuestros festejos, al menos estamos emparentados etimológicamente en las raíces de nuestras armas. Nuestra ballista dio a la bala de aquellos pistolones el sentido de proyectil. Algo ha pervivido del lejano oeste. 

Andrés Montoya Egido

Chronographus ballistarius in provincia Carthaginense, magister linguae latinae in provincia Tarraconense

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