
Sentir los colores
Hoy hablaremos de lo cotidiano como si fuera lo más importante del mundo. Porque lo es.
Pongámonos en perspectiva, en vistas desde arriba; como si un arcoíris proyectado en picado envolviera en un manto a Villena los días del 4 al 9 de septiembre.
Como si fuera un trazo de colores suspendidos en el tiempo y que es capaz de empujarte hacia la pausa de una vorágine en la que parece moverse el mundo. Estos días, todo sigue el ritmo que ya se siguió algún día…
Estos días todo funciona, pero no de la manera que uno necesita, sino mucho más. Y confías en la propia intuición, porque un camino de 45 minutos que recorre Villena de punta a punta se convierte en pura magia y fantasía.
Igual, o imitando una pasarela donde retumban todos los colores; los puros y los entremezclados. Más intensos, más espesos, más acuosos… más brillantes y traslúcidos. Un traslucir por donde, a ritmo de pasodobles, marchas moras y cristianas, pasa la luz.
Y es cuando sientes que, como cabo, tienes la misión de colorear entre una amplia gama cromática, retozarte en el movimiento de tu arma como si fuera un pincel, recrearte, probar a hacer nuevos movimientos y trazos para crear tu propia postal en la carretera, mirando al cielo de día y de noche a las estrellas. Te aseguro que, si suena bien, vivirlo es todavía mejor.
Y es en esta búsqueda perfecta por recrear el cuadro ideal es cuando te das cuenta de que Villena se convierte en la estampa perfecta donde proyectarlo y sentirlo. Es como si estuviera apoyada en cuatro puntos, en los que se representa el norte, el sur, el este y el oeste. Y en el centro está la mezcla que representa el sol, y es donde el arte culmina.
Yo, un día, pude soñar y hacer realidad cómo sería estar dentro de tal inmensidad, ser protagonista de este arcoíris visto en perspectiva. Formar parte de estos días que parecen reinar en territorio salvaje.
Nada es casual: cada sonido, cada color, cada mirada, parece hablar un idioma antiguo que solo se comprende con el alma abierta.
Un espectáculo creado de forma alucinante, que se funde en un arcoíris doble, donde todos tratan de hacer fotos mientras miran, para absorber, para recordarlo.
Y es que, una vez estás dentro, es igual a sentir la inmensidad en la piel, o esa sensación única de estar perdido en una parte del mundo en la que todo sigue como un día fue…
Comprendes que hay lugares que no solo se habitan, sino que se visten de colores, y también se sienten.