Microrrelato: Silencio
Autor: Andrés Montoya Egido – Cronista de la Comparsa de Ballesteros
Llegó el momento clave de la asamblea: propuesta de grupos para crear una directiva. Frutos, presidente saliente, carraspeando un poco la garganta, tomó la palabra para preguntar al auditorio si había alguien interesado en tomar las riendas de la comparsa. Miré al frente, hacia los asistentes que tenía delante de mí. Sólo había silencio, un silencio del que se intentaba escapar lanzando la mirada al techo, a los cuadros que pueblan de historia las paredes de nuestra sala de juntas, al infinito… Los más valientes miraban a algún compañero con una sonrisa pícara como para lanzar al otro a los leones con un ligero cabeceo, más broma que otra cosa.
Silencio bochornoso que sin querer rompí por culpa de una risa involuntaria y escéptica que intenté disimular a base de unas fingidas toses. Silencio breve, pero que se nos hizo muy largo y al que Frutos puso punto final citando a la asamblea quince días más tarde para repetir la consulta o sortear los miembros de la gestora.
Miré de nuevo a los socios de la asamblea. Poco se podía reprochar. Allí había unas treinta personas y casi todos habían formado parte, como mínimo una o dos veces, de alguna directiva. Ellos habían recogido y soportado un silencio que no habían provocado, sino que venía de fuera, desde las casas de cada socio ausente aquella tarde otoñal.
Silencio que aguantamos como pudimos. Todos teníamos claro que se rompería el día cinco de septiembre a eso de las nueve de la noche. Allí, en la avenida de Elche, allí sí que hay quorum. Allí siempre sonrisas, siempre la casaca en el pecho, siempre el grito de Pasan los Ballesteros… Y entonces la comparsa se hace grande. Sí, grande. Grande porque aflora el milagro de que todo sale bien, de que desfilamos con nuestra banda. Ya no nos acordamos del Ecuador, ni de la presentación (lo haríamos si hubieran salido mal, de eso no hay duda). Todo eso vuelve a quedar en silencio. Sólo importa el ya, el presente.
Milagroso. Y siempre porque algún grupo toma las riendas o a alguien le toca en suerte formar una gestora. Supongo que será que estamos dejando de ser la utópica comparsa familiar y que nos hemos convertido en una masa de socios del cinco al nueve de septiembre.
El resto del año, silencio…