DÍA 4 QUE FUERA

La frase popular "Día 4 que Fuera" hace referencia a la víspera de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena.

Hasta los años sesenta, las fiestas comenzaban el día 5 de septiembre por la mañana con la Fiesta del Pasodoble, y fue en esa década cuando se añadió el pregón de fiestas. Por eso, el día 9, después de despedir a la Virgen por la mañana y de celebrar la entrada de Nuevos Capitanes y Alféreces; y el intercambio de bandas, por la tarde, la gente decía popularmente "día 4 que fuera", expresando así su deseo de que las fiestas empezaran de nuevo ese mismo día, es decir, que o terminaran.

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Día 4 que FueraActualidad De nómadas a burgueses, sin dejar de ser maseros

De nómadas a burgueses, sin dejar de ser maseros

Un repaso a las sedes y lugares de encuentro de la Comparsa de Labradores

La actual sede de los Labradores es el fruto de un camino inseguro y accidentado, y también el de una voluntad irrefrenable de, por fin, encontrar un hogar. Aunque en 2023 es una casa festera de referencia, cometeríamos un grave error si olvidásemos lo que nos trajo hasta ella. Dentro de lo posible, repasaremos el camino de las sedes oficiales y extraoficiales que la Comparsa de Labradores ha tenido en su historia, asumiendo que desconocemos muchísimo de sus primeras décadas, cuando más que casa las comparsas lo que tenían eran simples lugares de reunión.

El huerto de la Pona: nuestro lugar fundacional (1926-1927)

Antes de meternos en terreno desconocido y pantanoso, empecemos por lo que sí sabemos.  O, al menos, por lo que asumimos como cierto por la tradición oral y algunos documentos. El primer lugar en el que existimos los maseros fue en el renombrado huerto de la Pona. Éste se situaba en el actual huerto de las hermanas Trinitarias. En los años 20 una canal de agua usada también como lavadero era frontera del mismo. A través de tablones cruzados de madera a modo de puentecillo se podía acceder al huerto, franqueado también por un muro. Si el linde sur daba a la Plaza del Rollo, por entonces plaza de Castelar, el linde norte llegaba a la iglesia de la Congregación. Allí se propiciaron los encuentros entre trabajadores del huerto y amigos que desembocaron en nuestra fundación. Como principal socio capitalista estaba Pedro Galipienzo “Perico Caratorta”, pero había muchos otros protagonistas.

El bar de Pedro “El Cafetero” en el otro linde de la Plaza del Rollo, junto al arco de la Plaza Mayor, así como otros locales próximos, también se citan como lugares fundacionales. Entendemos que era cuestión de dónde se “arrejuntasen” cada día. Aunque este emplazamiento no es una sede social como tal, por la foto de 1927 y otros testimonios asumimos que cumplió la labor que otros sitios harían más adelante, como a continuación leeremos. Paco Ribera investigó la fundación y encontró cómo era descrito este sitio en un registro de la propiedad en 1923, cuando con cierta probabilidad los eventuales fundadores de la comparsa ya se conocían:

“Un huerto llamado de la Pona, con casita habitación para el hortelano, su cabida dos tahúllas, cinco octavas y treinta y cuatro varas o sean diez y ocho áreas, treinta y seis centiáreas, cincuenta y cinco centímetros, con riego de noria, situado a espaldas de la citada calle de la Corredera con vistas a la plaza del Rollo, hoy de Castelar, y el camino de los cantos con puerta de entrada por la citada plaza sobre un puente en el lavadero público que se titula de la Fuente del Rollo, y linda al Norte con la Iglesia de la Congregación antes también el pasillo con la calle de la Corredera; al Sur el lavadero público; al Este con casa de Doña Virtudes Selva y Mergelina y al Oeste las de herederos de Don Martín Bellod y Don Francisco Hernández Hurtado. Se valora dicho huerto con la casita en diez mil pesetas”.

El huerto de la Pona pertenecía a Enrique Selva y Mergelina y, al fallecer este en 1923, recayó en su viuda Virtudes Mergelina y en su cuñada Trinidad. Virtudes falleció poco después y sus descendientes lo seguían teniendo en propiedad. Pero el nombre por el que era conocido no venía de ellos, sino que se lo daba la familia a la cual arrendaban el huerto para trabajarlo desde inicios del siglo XIX. Isabel García, conocida como la Tía Pona, fue arrendataria ilustre del lugar, y madre de Patrocinio Hernández, abuela a su vez de Francisco Maestre “Paco el Orejicas”, uno de los niños que aparecen en la foto fundacional. La familia Maestre se mantuvo como arrendataria hasta 1969, cuando el huerto pasó de manera definitiva a ser propiedad de las religiosas Trinitarias. Sin embargo, en la memoria de la comparsa quedará para siempre. Tanto es así que, noventa años después, cerraríamos el círculo con el moderno “El Huerto de la Pona”. Pero eso es viajar demasiado rápido al futuro.

Algunos fundadores. Foto fundacional, realmente de un año después, 1927.


Lavadero, castillo al fondo y ermita Santa Bárbara a su pie. A la izquierda, el huerto de la Pona. 1900 (Villena Cuéntame).


Lavadero y muro que delimita el antiguo huerto de La Pona.

Nomadismo y casa abierta: la realidad festera de la primera mitad del siglo XX (1928-1955)

Muchas de las circunstancias en este artículo comentadas no le han sucedido exclusivamente a la Comparsa de Labradores. Os animo a leer los artículos equivalentes del resto de comparsas escritos por sus cronistas, enclavados en el apartado “Descubriendo el acervo festero”. Existen comparsas que no conservan memoria de su lugar fundacional, pero otras, algunas muy antiguas como el Bando Marroquí, sí lo hacen. Luego hay comparsas que adquirieron su sede hace muchos años, pero no es habitual. La tónica es que, hasta bien entrados los años 50, se hacía uso de hogares de socios como sede social improvisada. También cabe apuntar que, mientras que hoy día se hace de todo en la sede -juntas, reuniones de grupos, almuerzos, comidas, preparar actos, almacén, sala de fiesta, alojamiento de la banda oficial-, antes lo normal era que se dividiesen estas funciones en diferentes lugares.

Los patrones más repetidos eran, por ejemplo, que la cabeza visible de la comparsa o presidente, o algún alto cargo, fuera el que dispusiese su casa para las asambleas. Nuestro presidente más longevo, José Hernández “Pepe El Ruso”- en el cargo de 1927 hasta 1948-, también ejerció de anfitrión durante algunos de esos años. Y el día 5 preparaba pastas y brebaje en su casa. También fue anfitrión José López “Panchana”, presidente entre 1948 y 1963. “Panchana” vivía en la Calle Blasco -entonces llamada Calle Emilio Hernández- y, en su portal, se improvisaba un punto de encuentro para arrancar la junta que tocase. Si el salón de la casa se quedaba pequeño, se improvisaban unos bancos con tablones y cajas de fruta en el porche y a funcionar. En aquellos momentos se hacían menos asambleas que ahora, y solían realizarse siempre en domingo. No era habitual hacer juntas extraordinarias, las decisiones se tomaban mucho más expeditivamente a como lo hacemos ahora. La asistencia a las mismas, de manera también razonable, superaba siempre el 90% de los socios.

En aquellos años tenemos también testimonios de que se realizaron juntas en una casa que nunca ha dejado de ser parte de nuestro hogar sentimental. Se trata de la casa de Virtudes Sánchez “La Galla” y Joaquín “Chimo” Sarrió. Virtudes heredó la casa de su padre, José Sánchez “El Gallo”, uno de nuestros fundadores. Tanto con “El Gallo” como después con su yerno Chimo, esta morada de la Calle Nueva fue lugar de encuentro. No solo para algunas juntas, sino que funcionó también como sede para desmenuzar la Gazpachá, almacén de víveres y animales para la comparsa, punto para preparar algún carro o la pipa de vino, y más etcéteras.

Por otro lado, y esto es extensible al resto de comparsas, el capitán o el alférez de turno también cedían su espacio familiar sobre todo como sitio de recreo. Es decir, era habitual que afuera de la casa de estos cargos se “montase el baile”, para lo cual a veces se contrataban pequeñas orquestas y, más habitualmente, se utilizaban a varios músicos de la banda oficial para improvisar una charanga. Al músico que tocaba se le perdonaba la Diana del día siguiente. El capitán o alférez, y algunos socios preeminentes, alojaban más músicos en su casa. La comparsa también pagaba alojamiento en hoteles o pensiones locales como “el Alcoyano”. En nuestro caso, parece ser que el día 6 se acudía a casa del capitán y el día 7 a casa del alférez, y no había baile el resto de días. Cabe decir que a los cargos de turno se les remuneraba parcialmente por la molestia de invitar a la comparsa y a la banda. Sin embargo, también es cierto que socios salientes asumían esto o, de lo contrario, le pagaban una pensión. Desde los años 70, con todas las comparsas con sedes alquiladas o compradas, la fórmula establecida es la que ha seguido hasta nuestros días: parte de la casa debe acondicionarse como espacio para el alojamiento de la banda oficial correspondiente. Muchas veces, postularse precisamente como capitán o alférez iba ligado a que la persona en cuestión tenía esa voluntad más hospitalaria, sabiendo que sería anfitrión especial de maseros y músicos. En nuestra comparsa repite el ejemplo de Joaquín Sarrió, que fue alférez hasta en seis ocasiones en tres décadas distintas, porque costaba que la gente se presentase y porque, en su caso, que la comparsa visitase su casa y la de Virtudes ya se daba por hecho.

Todo lo citado era lo habitual por muchos motivos. Las comparsas no tenían un suficiente número de socios, y requerían de la implicación activa de estos para sanear sus cuentas. Un paradigma de esto es la obligada venta de lotería año tras año para recaudar algo más o, en algunos casos, directamente hacer sostenible el proyecto. El alquiler de inmuebles, en primer término, suele venir asociado a la culminación de una cierta estabilidad presupuestaria y a la confianza que los propios socios, salientes y protectores, tenían unos en otros para poder llevar todo adelante. En segundo lugar, la compra directa de propiedades se circunscribió a momentos de auténtica prosperidad por la propia coyuntura social y económica. La popularización de la fiesta a partir de los años 70 y, sobre todo, la incorporación de la mujer como socia de pleno derecho a partir de 1988 llevó a que todas las comparsas superasen el centenar de miembros, algunas el millar, y cambió por completo el panorama. Fue entonces cuando sí salieron las cuentas para “comprar una casa”. Pero para eso aún queda mucho…

Como transición a la primera casa que tuvimos como tal, algunos testimonios rememoran una temporada a mediados de los años 50 donde las juntas se realizaban en el sótano del Bar “El Niño”, en la actual Avenida Constitución esquina con José María Soler. De nuevo, se pone de manifiesto que aquellos eran años donde las comparsas tenían “muchas casas” y, al mismo tiempo, ninguna. En nuestro caso, al margen de los emplazamientos citados, no tenemos constancia documental o testimonial de otras casas o lugares donde los maseros se reuniesen en nuestros primeros treinta años. Aprovecho para lanzar como cuestión que, si alguien sabe al respecto, se ponga en contacto con nosotros. Proseguimos en el tiempo.

En casa de Chimo desmenuzando gazpachos. Asoma el carro de la pipa. Realmente es el año 1965.

Casicas de Hellín y callejón de los Postigos: sede alquilada, la primera casa oficial (1955-1974)

Remarcando lo ya dicho, las múltiples sedes o casas de las comparsas anteriormente respondían a la imposibilidad de concentrar todas las funciones en un único lugar. No obstante, a partir de los años 50, se produjo un cambio de paradigma, y este tipo de asociaciones optaron por arrendar locales de cierta envergadura para, al menos, poder alojar el material básico, reunirse y celebrar comidas y almuerzos.

Siendo ya presidente “Panchana”, los maseros tuvimos durante veinte años como local arrendado el bajo que hace esquina entre las actuales calles Navarro Santafé y de los Postigos. Denominada por entonces Calle General Mola -estaba en el número 3-, para que nos entendamos mejor, las Casicas de Hellín, en esta céntrica calle estuvo el corazón de nuestra comparsa casi vente años. Fue una época próspera acompañada de otros hitos para la comparsa como los cambios del zaragüell al pantalón de terciopelo negro, los primeros pasodobles de los maestros Carrascosa y Antonio Milán dedicados a la comparsa, la creación de las Escuadras de Verdes y Segadores y la fundación de la Junta Central de Fiestas, entre otras.

Estoy seguro que muchos socios actuales desconocen que tuvimos nuestra casa en lo que hoy día, en verano de 2023, es el restaurante “La parrilla de Daniel”. Esa fue nuestra primera sede conjunta. El local constaba de dos estancias independientes. Una de ellas es la que se empleaba como local social, y a ella se accedía por el callejón. Era de unos 8 metros de largo por 4 metros de ancho (aproximadamente 32 m2). Era el sitio donde trabajaba más la directiva, se hacían las reuniones y juntas, secretaría, almacén… Pero no tenía aseo. La otra estancia era la que se empleaba como bar, que sí disponía de excusado, y que, por este motivo y otros obvios, siempre estaba más llena. A esta se accedía por la Calle General Mola.

Otros detalles a destacar son que se montaba un portal que simulaba la fachada de una barraca valenciana en la entrada, que se plantaban largas mesas para el almuerzo ya en el callejón de los Postigos -el mismo tramo de callejón servía como baile ocasional junto a un tramo cerrado con cañizo que llegaba hasta la más reciente Carnicería “El Faenas”- y que, sobre todo los primeros años, el servicio de barra era gestionado por turnos entre los maseros. Nos consta incluso cierta competitividad a la hora de aumentar la venta entre socios, lo que sin duda ayudó a recaudar. Conforme pasaron los años, y ya estando José Navarro “Querrecle” de presidente -desde 1963-, la tarea se hizo más ardua y se optó por alquilar el bar a un repostero. La comparsa alquilaba todo en su conjunto y, a su vez, subarrendaba el bar al repostero. El bar lo regentaron primero Francisco Ribera y, posteriormente, Paco “El Carujo”. Fueron años donde muchos maseros recuerdan cómo el bar era también el punto de ocio el fin de semana, lo cual estrechó los lazos entre socios. Los maseros tenían una casa siempre abierta. El sentido de pertenencia aumentaba por este motivo también. La comparsa pasó de la cincuentena a casi el centenar de socios y algunas juntas hubo que celebrarlas incluso en el propio callejón, aprovechando la casi total ausencia de tránsito.

La comparsa crecía. Era 1973 y se compraron literas para alojar a algunos músicos, aunque no está claro si en el mismo sitio o se alquiló otro local. Paco “El Carujo” dejó de gestionar el bar en el verano de ese año y, como un último baile, se volvieron a servir copas por parte de socios y directivos. Pero la cosa estaba cambiando. En 1974, penúltimo del mandato de “Querrecle”, se tomó una decisión capital. Dejábamos las Casicas de Hellín para mudarnos a una casa que muchos seguro que recordamos: “La Casa del Carril”.

Sede de las Casicas de Hellín. Fachada de barraca valenciana dando paso al callejón de los Postigos. Chocolatada de la Madrina Mayor a los socios infantiles. 1967.

Sede de las Casicas de Hellín. Almuerzo en el callejón, uno de los últimos. 1972.

“La Casa del Carril”, Calle Sancho Medina: el Mesón del Labrador y la Barraca Popular (1974-2000)

De la casa que todo el mundo se acuerda es la que tuvimos en la Calle Sancho Medina número 37 (más adelante nº 39). Actualmente, en 2023, estaría en torno a los números 39-45, frente al Parque del Personal Sanitario. El salto se dio en 1974, año recordado por celebrarse el Primer Congreso Nacional de Fiestas de Moros y Cristianos aquí en Villena.  La comparsa crecía y el local de las Casicas de Hellín era insuficiente. La Escuadra de Verdes, en todo su auge por las Ofrendas y traje especial, suponía más de la mitad de los socios de la comparsa. La Escuadra de Segadores también atraía a muchos y muchas jóvenes. Esto, sumado a la latente presencia de socios protectores, muchos de ellos porque en su vida profesional estaban vinculados al mundo agrícola, hacía necesario encontrar un espacio más amplio para tales fines.

Antaño, estas decisiones las tomaba la propia Junta Directiva, y así lo hizo la de José Navarro “Querrecle”, quien llevaba en el cargo desde 1963, tras tomar el relevo de “Panchana”. La casa se adecentó y se estrenó como hogar el Día 4 de 1974. Alquiler mensual de entre 6000 y 7000 pesetas. La otrora nueva sede tenía 600 metros cuadrados distribuidos en dos plantas. La planta baja se convirtió en un bar, con dos salones, uno nada más entrar a la casa y otro interior. Además, de una forma algo precaria, se delimitaba la zona de alojamiento para los músicos -los primeros años algunos durmieron en la planta superior-, y se accedía a un patio interior con unos aseos. En la planta superior, a la que se accedía por una estrecha escalera, se ubicó la oficina de secretaría, unos aseos, una barra y se usaba la parte más despejada como almacén también. Fue también la sala de Juntas hasta que empezó a quedarse pequeña.

Aquí me gustaría puntualizar un hecho curioso. Al contrario de lo que mucha gente pudiese pensar, la casa no fue comprada hasta 1995. Por tanto, durante veinte años fuimos inquilinos de alquiler allí, en “la Casa del Carril” como muchos la llamaban. En los años 90 ya se estaban barajando nuevos inmuebles, dado que la comparsa contaba con más de 1000 socios, y la directiva de José “Pepe” García decidió ejecutar la opción de compra. Por motivos prácticos, adquirir una casa es un deseo permanente para cualquier comparsa. Más allá del valor emocional y simbólico de tener un hogar en propiedad. Si esto lo aplicamos a la propiedad individual, ¿por qué no verlo así también para la propiedad colectiva? Nuestra primera casa en propiedad fue esta, preludio del que sería el gran salto masero del año 2000.

Retrocediendo al momento que se alquiló por primera vez, ya en 1974 vio la luz “El Mesón del Labrador”. Así es como se llamaba al bar gestionado en la planta baja. Era una época donde otras comparsas disponían de salas de fiesta con sus particulares denominaciones. El branding y el marketing eran facetas en expansión por parte de las comparsas entonces. Cuando llegaban las fiestas, la verbena se celebraba en la calle y se contrataban orquestas para amenizar el baile. Así sucedió desde la presidencia de “Querrecle” a Pepe García, pasando por Remigio Flor y Asensio Navarro. Esto es, desde 1974 hasta 1987. Fue entonces cuando, bajo la presidencia de Paco Rojas, “El Mesón del Labrador” dio paso a la cafetería “El Masero”. Y cuando hubo una seria primera tentativa de adquirir la casa, sin finalmente realizarse. En 1989 había en torno a 450 socios, además de los infantiles y no salientes, y la comparsa seguía en expansión. En 1990, el entonces nuevo presidente Francisco Cerdán “El Rojo Carrillos” da un paso adelante y crea la monumental “Barraca Popular”, estructura que se instalaba en la calle Sancho Medina para albergar almuerzos y comidas de día, y baile por la noche. Estamos hablando de un armazón de hierro que delimitaba unos 720 m2 de superficie, y que se sufragaba con los beneficios de la repostería. Con más espacio, pero también más socios, otros eventos se realizaron en los días de fiesta en la “Barraca” y en el recién recuperado “Mesón del Labrador”. En 1991, con más de 600 socios, se cerró la parte de cafetería de la casa. En 1993 Pepe García volvió a ser presidente, en un acto de responsabilidad tras unos meses en manos de una gestora, que se había hecho cargo tras el cese de “Rojo Carrillos”. Pepe García renovó mobiliario, modernizó la comparsa con la transición digital y, finalmente, se aprobó la compra de la casa. Como ya he dicho antes, esto sucedió en 1995. Fue la culminación de años de intentos, donde a la comparsa se le proponía adquirir el propio inmueble de Sancho Medina al tiempo que aparecían ofertas por distintos sitios del casco urbano de Villena e incluso en el extrarradio. Se discutía todo en asambleas, incluso se votaba, pero por motivos económicos y por no querer tomar decisiones precipitadas, quedaba en agua de borrajas. A rebufo de la expansión de la comparsa, Eleuterio “Lute” Gandía prosiguió con una buena labor en presidencia entre 1996 y 1999. La “Barraca” seguía siendo un éxito y la comparsa crecía. “Lute” cedió el testigo a Francisco Miró Soria. Bajo su presidencia sucedió uno de los mayores hitos de nuestra historia, con sus consecuencias positivas y negativas. Y es que los maseros siempre hemos sido un poco “culicos de mal asiento”… La “Casa del Carril” estaba bien, pero quizá pillaba un poco lejos de todo, o quizá el inmueble era insuficiente… Lo que vino después es bien sabido. Antes de contarlo, me gustaría hacer un inciso en la historia de nuestros locales sociales.

La Casa del Carril. Directiva de Pepe García. 1995.

La Casa del Carril. Entrada a la monumental Barraca Popular. 1996.

La Casa del Carril. La Barraca repleta en un almuerzo.

La Caja Rural, la Casa de Cultura y la Casa del Festero: salones de plenos ocasionales (1989-2000)

A finales de los 80 y principios de los 90, la presidencia de Francisco Cerdán “Rojo Carrillos” o “Carrillo” simplemente, decidió celebrar varias Juntas en locales amplios y más adecuados. Se recuerdan sobre todo muchas en el salón de actos de la Caja Rural Provincial, situada en la calle Joaquín María López número 14 -posteriormente albergó otras entidades bancarias en el mismo emplazamiento. Allí sucedió una asamblea histórica, donde la presidencia de “Rojo Carrillos” declaró tras las fiestas que no podría hacer La Gazpachá por falta de fondos. Los grupos y peñas de la comparsa se hicieron cargo de nuestra comida de hermandad. Durante la presidencia de Pepe García, a mediados de los años 90, también algunas se celebraron en la Casa de la Cultura y en el Patio del Festero. Anecdóticamente, hasta una vez se juntaron en la casa de los Moros Nuevos al no poder acceder a la Caja Rural por un malentendido puntual. Más adelante, con “Lute” y con Paco Miró Soria se volvieron a hacer en los tres emplazamientos titulados, dependiendo de fechas y disponibilidad. Al margen del espacio público de la Casa de Cultura y de las facilidades para disponer del patio de la Casa del Festero, cabe resaltar la buena relación de la comparsa con una entidad como la Caja Rural Provincial de Alicante. De hecho, en 1981 se le había nombrado Socia de Honor a dicha entidad -con polémica porque lo decidió la Directiva de Asensio sin pasar por asamblea- por la concesión de un préstamo en un año muy difícil por las reformas del Pabellón Festero y otras vicisitudes, y por las facilidades en el cobro de cuotas. También colaboró con regalos como huchas con diseños maseros a quien pasó la cuota por la Caja. En esa época entre décadas, tras entrar la mujer en la fiesta, el número de socios se disparó y las asambleas pasaron a hacerse alternativamente en estos tres lugares por previsible falta de espacio en la casa de Sancho Medina. De hecho, de manera general todas las juntas hasta la compra de la nueva casa se hicieron allí, incluida la propia en la que se decidió dar el gran salto.

 

Caja Rural Provincial, Socia de Honor de la comparsa.

La casa modernista de Luis García: un hogar para siempre (2000-actualidad)

Y, quién nos lo iba a decir, los campechanos maseros nos aburguesamos. La histórica quimera de tener una casa, un sitio al que poder llamar “hogar”, se hizo realidad. Retomamos el hilo. Era 1999 y Paco M. Soria se enfrentó a un dilema que venía coleando en la comparsa: o se compraba una nueva sede o se acondicionaba bien la que teníamos. Entonces se creó una comisión con el fin de adquirir una casa aprovechando el buen momento de la comparsa: se rebasaba con holgura el millar de socios y socias -casi 1200- y, en consecuencia, nos hallábamos en picos de participación. Al frente de dicha Comisión estaba Pepe García, expresidente y figura clave durante los años 80 y 90 en la comparsa, que bien conocía de primera mano los quebraderos de cabeza que daba el local de Sancho Medina. Los años 90 fueron espléndidos para la fiesta en general y para los maseros en particular: más de dos y tres Ofrendas artísticas de peñas y grupos internos con alto nivel, Retretas variadas e ingeniosas, los Segadores arrancando aplausos en La Cabalgata, el mesón a reventar en cada almuerzo y cada baile, sorteo de nuevos cargos festeros cada año porque se presentaban tres o cuatro grupos… Se mirase por donde se mirase, las Fiestas batían récord tras récord y los maseros nos subíamos al carro – también de manera literal portando la pipa de vino. En cantidad de socios estábamos más cerca que nunca de las comparsas más numerosas, y si ellos tenían compradas sedes desde hacía tiempo ¿por qué nosotros íbamos a ser menos? Las actas cuentan que se barajaron otras tantas propiedades a la que finalmente se escogió.

La finca era un caramelo. Una antigua casa señorial de una familia antaño preeminente, abandonada a su suerte porque los herederos no residían en ella ni cerca, ni tenían interés en hacerlo. Poco quedaba en Villena del legado de la familia de los García, de la que habían salido hasta tres alcaldes de nuestra ciudad fraguados al calor del éxito de una empresa familiar vinícola. Además, estaba en un enclave inmejorable para la fiesta. En pleno centro histórico, adyacente a recorridos de los desfiles más importantes y a dos minutos de la Plaza de Santiago. La sombra de la demolición pasó por encima de la mansión varias veces, y se podría haber llevado para siempre uno de los mejores ejemplos del modernismo en Villena. Los herederos desconfiaban de venderla a una empresa constructora o un particular que no respetase el patrimonio que albergaba. La sensación fue la de “ahora o nunca” y, en cierto modo, también acabó siendo de “todo o nada”.

Ahora, tras más de veinte años después de aquellos sucesos, podemos valorar todo en perspectiva. Los acontecimientos se sucedieron de una manera bastante vertiginosa y, por qué no decirlo, con suerte a nuestro favor. El 22 de enero del año 2000 se reunía la comparsa en Junta Extraordinaria en el salón de actos de la Casa de la Cultura. Ese día se propuso remodelar la casa de Sancho Medina y también barajar la compra de varios inmuebles. De los inmuebles que se expusieron no estaba la casa de Luis García todavía y ninguno convencía del todo ni a la comisión ni a los asistentes. Sin embargo, la asamblea hubo de interrumpirse porque había programada una sesión de cine, y en esos momentos los múltiples asistentes no hallaron espacio válido para seguir debatiendo. A esta asamblea se le dio continuación el sábado 12 de febrero, esta vez en el salón de actos de la Caja Rural. En ese margen de veinte días donde la asamblea estuvo “en pausa” es cuando entró en juego la casa de Luis García, como así expuso Pepe García, coordinador de la comisión, en la asamblea reanudada. Descartando de nuevo otros cuatro inmuebles, es ese día cuando se votó en Junta Extraordinaria no rehabilitar la de Sancho Medina y sí adquirir la de Luis García por una mayoría apabullante -más del 85% de asistentes votaron a favor de esta opción. El destino había sido caprichoso. Las fiestas se celebraron en Sancho Medina y, recién acabadas, el 16 de septiembre se aprobó en asamblea la venta de la que había sido nuestro hogar durante veintiséis años -por 20 millones de pesetas, es decir, 120000€-, pero propiedad solo seis. El 23 de septiembre del año 2000 se realizó la transacción, notario presente, y con la firma de los tres herederos García Reig: Luis Ignacio, María del Carmen y Jorge Joaquín. De nuestra parte estaban presentes Francisco Miró Soria en calidad de presidente, José García en calidad de coordinador de la comisión de compra, el vicepresidente de la comparsa, José Sánchez, y el tesorero, Antonio Micó. De la adquisición por parte de Luis García Poveda en 1860, quien la transformó en el palacete modernista que es ahora, pasando por Luis García Cervera y sus herederos, la casa llegaba a los maseros. La directiva de Francisco Miró Soria se afanó en su remodelación para estrenarla para, qué mejor ocasión, el 75 aniversario. Todo este proceso, y otros asuntos que no trataremos aquí, generaron tensiones y abrieron un cisma entre la Junta Directiva y la Comisión de compra de la casa.

Todos conocemos la contraparte de este hecho histórico para los maseros. La compra se cerró en unos 75 millones de pesetas -60 millones en la escritura original- más otros 40 millones de pesetas en la reforma -hubo sobrecostes a la postre llegando a los 57 millones de pesetas. Unos 115-130 millones “de las antiguas pesetas” en total que, al cambio y sin contar la inflación, serían más de 700000 euros. Inicialmente se pidió una derrama a cada socio de 85000 pesetas, algo más de 500€. Hubo familias que tuvieron que decidir entre permanecer parcialmente algún socio o socia, borrar a los infantiles, dejar en bloque la comparsa todos… En total, entre 300 y 400 socios y socias que se borraron y, la mayoría, los perdimos para siempre. Un sacrificio desmedido. Así lo dijeron Jelipe y Antón en un bando proclamado el Día 9 del año 2000: “¿Tú te das cuenta, Jelipe, qu’anque seas muy festero la cosa cambia bastante cuando escasea el dinero?”. Para muchas familias fue un gasto inasumible. De más de 1100 socios pasamos a los 700 y pico, cerca de los 800. Además, el daño económico se retroalimentó puesto que, con tanta baja -un tercio del capital humano de la comparsa-, la derrama inicial resultaba insuficiente para asumir la compra de la casa. Por ello, se amplió el capital al dinero faltante, que resultó en más de 500€ extra para los socios restantes que debían comprarlo como acción, la cual sí se viene pagando a plazos, año tras año, con el pertinente extra en nuestra cuota. Eso la amplísima mayoría de la comparsa, salvo una decena de socios que decidió asumirla a tocateja. Estos Títulos de Propiedad aseguraron la adquisición, por fin, del inmueble. Y protegió el importe en caso de nuevas altas y bajas, con la correspondiente compra-venta de cada acción. En el recuerdo de todos está la Caja de Ahorros del Mediterráneo, el “Se lo debo a la CAM” sardónico sobre el pasodoble 75 aniversario en las mismas fiestas de su estreno y las siguientes. De hecho, aún se lo “debemos a la CAM” (actual Banc Sabadell) hasta 2026, fecha en la que todo quedará liquidado.

Lo decía el presidente Paco Soria en su Saluda de la revista de 2001: “¡Maseras! ¡Maseros! ¡Ya tenemos casa!”. Ya teníamos casa, la situada en Plaza de Santa María 14. Más de 1000 m2 totales entre las tres plantas y el patio original. Cabe destacar que la adquisición del inmueble tiene sus pormenores, pues la parte de la Calle Nueva ya era en sí otro solar. En cualquier caso, dábamos un salto de calidad. Se restauró respetando el valor patrimonial y artístico que el inmueble suponía y alojaba dentro de sí. No es cuestión de eternizar el artículo entrando en los detalles de las intervenciones, pero se descubrieron auténticas joyas en el proceso y la restauración, a la vista del resultado, se hizo con muchísimo gusto. La comparsa respetaba la casa modernista y acallaba de esta manera algunas críticas de parte de la sociedad villenense, que consideraban que ese inmueble en concreto no era para una comparsa. Incluso se efectuó un sondeo arqueológico, por estar ésta enclavada en el casco histórico de Villena, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1968. Los resultados de las prospecciones de Jesús García Guardiola y Cristina Rizo no fueron tan prometedores como algunas hechas por José María Soler décadas antes en el entorno de Santa María, ya que solo hallaron algunos restos de época contemporánea. Los maseros, de esta manera, podían intervenir el solar sin ningún tipo de conflicto con el patrimonio histórico de Villena. La Casa se inauguró el 16 de junio de 2001 en el marco de los actos del 75 aniversario. Las madrinas Esther Perales y Laura Mínguez cortaron cintas y el padre Jaime Ribera “El curica masero” bendijo la nueva morada y las banderas de dicha efeméride. No se me ocurre mejor momento para estrenar casa, y usándola como base principal ya esas icónicas fiestas para la comparsa. Tres plantas y una bodega empleada como almacén. En la primera, cocina, salón y secretaría. En la segunda, archivo, sala roja para reuniones, sala de presidencia y salón-cocina para músicos y para las partidas de los viernes. En la tercera, dormitorios, vestuarios y aseos para músicos. Patio extenso con escenario esquinero y con larga barra de servicio, todo coronado por un ciprés centenario que ya acompañó a sus propietarios originales. Estando la entrada principal en Plaza Santa María -cuando se adquirió ese tramo todavía se consideraba en algunas escritas Calle Mayor o Teniente Hernández Menor nº 2-, teníamos salida trasera por Calle Nueva, a través de una rampa que descendía desde el patio buscando el nivel de una de las vías principales de Villena, y desembocaba en puerta enrejada. Podría entrar más en detalle, pero daría para muchos más artículos, o un libro incluso. No hay festero que no haya entrado alguna vez a nuestra casa y haya visto su patrimonio. La Comisión homónima, sobre todo a través de la figura de Jesús García Guardiola, así como otros muchos socios y socias han sabido divulgar el valor intrínseco de este inmueble, y de publicarlo en microrrelatos, hemeroteca, revistas de fiestas e incluso congresos especializados. En ellos hay información de sobra sobre mobiliario, objetos de valor, los suelos cerámicos Nolla, las intervenciones posteriores, repintados y puesta en valor de la casa.

Si nos centramos en la misma revista de nuestro 75 aniversario, Jelipe y Antón hablaban en sus “Cosas de mi pueblo” de la casa adquirida. Premonitoriamente decían lo siguiente:

– El patio [queda] un poco tasao.

– Eso algún día l’ampliaremos.

– L’ampliarán, porque yo y tú, creo que ya no lo veremos.

La recién estrenada casa señorial estuvo a pleno rendimiento desde el primer momento. Juntas en el salón de dentro y fuera, baile con orquesta en fiestas en el patio, almuerzos, una planta entera para los músicos y un salón privado para ellos en fiestas, una sala decente para albergar un archivo y una estancia imponente digna para reuniones de la Directiva. Si le tuviésemos que poner un “pero”, un “le falta esto” que todavía colea es el tamaño de la cocina para el volumen de socios que tenemos y el rendimiento del patio. Pasaba entonces y pasa ahora. Además, había otro “pero” en aquel entonces, y era el tener un solar disponible adyacente y no poder utilizarlo… A él se referían Jelipe y Antón, y él es nuestra última parada en este camino.

Casa actual. Evolución fachada de la plaza de Santa María. Años 2000, 2001, 2018, 2021 (Jesús García Guardiola).

Patio de la casa actual.

Estancias preeminentes de la actual sede. Salón rojo de reuniones y salón verde presidencial.

Esther Perales y Laura Mínguez, madrinas durante el 75, inauguran la nueva sede. Observan el presidente Paco M. Soria y el alcalde Vicente Rodes.

El moderno Huerto de la Pona: una historia centenaria con guion circular (2014-actualidad)

El destino, dicen y hemos dicho antes, muchas veces es caprichoso. Así lo hemos visto con los sucesos que desembocaron en la compra de la casa de Luis García. Pero parece que este capricho no había acabado del todo. La casa había supuesto elevadísimos costes, económicos, emocionales y humanos, y aun así desde el principio quedó el runrún de no haber adquirido el solar anexo a la salida por Calle Nueva; ya en una Junta el 30/9/2000, en fechas donde se vendió la anterior casa y se compró la nueva, se votó en contra de hacerlo por su elevado coste. El que quedaba entre el edificio de Calle Nueva 5 y nuestra puerta enrejada. Este sinsabor acompañó a los siguientes presidentes a Paco Soria, que fueron Maricruz Rojas, José “Pepe” Sánchez y Andrés Sánchez. Así hasta que, saneadas algo las cuentas tras más de doce años de haber adquirido la casa, se tomó una arriesgada decisión…

La directiva de Francisco Navarro Maestre “Paco Canillas” se puso entre ceja y ceja adquirir dicho solar. Una constructora lo adquirió con la intención de edificar un bloque de viviendas en él. Sin embargo, precisaban una parte de nuestro patio para culminar su proyecto. Se planteó permutar dicha sección de patio por un espacio en el propio bloque de viviendas, tratándose el tema en Juntas con tendencia favorable a hacerlo así. Pero en 2008 estalló la crisis, la empresa constructora no pudo seguir adelante con el proyecto y, más adelante, el solar les fue embargado por motivos económicos. Esto acarreó una bajada notable del precio del solar previo a la crisis. 120000 euros. Para los maseros, una oportunidad histórica que estuvo a punto de no ser.

Esa “tierra de nadie” que tanto dolor de cabeza dio a Paco Soria y a la Comisión de compra de la casa y los subsiguientes presidentes, se transformó de repente en un espacio que parecía decirle a voces a la comparsa: “Cómprame, soy ideal para ti y estoy más barato que nunca”. Del rumiado dicho al hecho. Así acabó sucediendo. El sábado 7 de junio de 2014 se aprobó en Junta Extraordinaria la adquisición del susodicho solar, la cual se consumó el 11 de julio. Se empezó a obrar sobre él contrarreloj y el 9 de agosto de 2014 se inauguró el moderno Huerto de la Pona. En vísperas de fiestas. Para quien no lo supiese ya, como bien hemos visto en este artículo, el nombre no es casualidad, y nos ha permitido a los maseros cerrar un círculo muchas décadas después de nuestra fundación. Pensaban Eustaquio y Joaquín que nunca verían hecho aquel anhelo realidad. Pero lo cierto es que el día de la inauguración Jelipe y Antón allí estaban, protagonizando El Bando del Güerto: “¡Maseros! ¿S’habéis fijao en el presidente nuestro? Mira si no s’ampeñao y nus ha llevado al Güerto”.

“El Huerto de la Pona” cuenta actualmente con casi 400 metros cuadrados -394 m2– y suelo adoquinado. Una lona gigante con imágenes de la comparsa preside el terreno. A la puerta enrejada que ya teníamos ahora le acompaña un lustroso portón metálico con motivos agrícolas. Una entrada que se pliega y se abre de par en par durante Fiestas para dar acceso a la sala de moda durante los últimos siete años, esa que Ginés Leal y su directiva ha sabido poner en lo más alto. En ella se ha recuperado la verbena popular para festeros y no festeros, adaptándola a los nuevos tiempos. También es punto de encuentro antes y después de los desfiles. La obra se completó con aseos y zonas de almacenamiento. Diferentes plantas ornamentales y aromáticas embellecen los bordes del entorno. La rampa original de acceso de la Calle Nueva se reconstruyó para salvar el desnivel más suavemente. El moderno “Huerto de la Pona” es la culminación de un periplo de muchísimos años. En él, la vida masera se sucede intensa en los días de Fiestas pero también aloja muchas otras actividades -Ecuador Interno, San Isidro, Brindis de Navidad- el resto del calendario. Tal es su versatilidad. En su conjunto, la casa palacio y “El Huerto de la Pona” son ahora nuestro hogar.

Casa actual. Evolución fachada de la calle Nueva. Años 1999, 2021 (Jesús García Guardiola).

El moderno “El Huerto de la Pona”.

Interior del “El Huerto de la Pona” en su inauguración. Actualmente la rampa de subida está reformada.

 

Actualmente, los maseros estamos de dulce por muchos motivos -aunque por otros podríamos decir que igual estamos “de agridulce”-, si bien nunca nos hemos recuperado de las bajas masivas de la compra de la casa. Un lugar privilegiado, deseado por cualquier asociación festera de la localidad. “No lo cambio por nada”, que se suele decir. Pero conviene que no olvidemos lo sucedido, la valentía de las decisiones tomadas y el riesgo asumido. En mi opinión, nuestro caso es un ejemplo muy adecuado para ilustrar a aquellos que juzgan desde el presente hechos del pasado. Se precisa perspectiva histórica para opinar de manera fundamentada sobre algo que ya empieza a quedar lejos en la memoria, y para así ser justos y honrar a quienes estuvieron ahí. En lo tocante al tema de este artículo, el de las sedes, creo que los fundadores de 1926 estarían más que orgullosos de lo conseguido. De igual manera, espero nos sirva para valorar el camino que hemos recorrido y lo que tenemos cuando estamos a punto de cumplir CIEN AÑOS.

Sedes sociales oficiales de la Comparsa de Labradores (Adrián Martínez Agulló).

Referencias bibliográficas

Artículos de revista

CABANES HERNÁNDEZ, E., 2001, “Pregón Día 9, 2000”, Labradores 75 Aniversario 1926-2001, 32-33.

CABANES HERNÁNDEZ, E., 2001, “Cosas de mi pueblo: La Casa”, Labradores 75 Aniversario 1926-2001, 44.

CABANES HERNÁNDEZ, E., 2015, “El Bando del Güerto”, Labradores 2015, 6-7.

GARCÍA GUARDIOLA, J. & RIZO ANTÓN, C., 2001, “Sobre la intervención de urgencia efectuada en el patio de la nueva sede social”, Labradores 75 Aniversario 1926-2001, 24-26.

GARCÍA GUARDIOLA, J., 2021, “Patrimonio masero: repintado de las fachadas de nuestra sede social. Años 2019 y 2020”, Labradores 2021, 6-7.

MARTÍNEZ AGULLÓ, A., 2000, “Locales sociales ¿Cuándo y dónde?”, Día 4 Que Fuera 2000, 209-213.

MARTÍNEZ AGULLÓ, A., 2001, “Proceso restauración de la casa”, Labradores 75 Aniversario 1926-2001, 38.

MIRÓ SORIA, F., 2001, “Saluda Presidente”, Labradores 75 Aniversario 1926-2001, 7-8.

NAVARRO MAESTRE, F., 2014, “El Balcón de las Fiestas”, Labradores 2014. 8.

PARDO SÁNCHEZ, J.M., 2021, “1970: Una encrucijada en el tiempo. Los maseros y el nacimiento de la Junta Central de Fiestas”, Día 4 Que Fuera 2021, 210-217.

RIBERA SEVILLA, F., 2015, “Huerto de la Pona. Vuelta al origen”, Día 4 Que Fuera 2015, 212-219.

 

Material archivístico

ARCHIVO COMPARSA DE LABRADORES. Actas, libros de cuentas, material fotográfico, material histórico y otra información complementaria obtenida directamente.

 

Referencias web

“1900. EL LAVADERO PÚBLICO DE VILLENA”. Villena Cuéntame. Enlace URL (accedido el 25/8/2023): http://www.villenacuentame.com/2019/03/1900-el-lavadero-publico-de-villena.html

 

Gracias a Maricruz Rojas, Paco Ribera, Jesús García, Pepe García, Paco Navarro y Andrés Sánchez por su ayuda revisando información y sus inestimables aportaciones de buena memoria. Los testimonios valiosos permiten llenar algunos de los claroscuros de este relato.

José Miguel Pardo Sanchez

Cronista de la Comparsa de Labradores

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